¿Vamos a ver qué pasa?, le dijo a un compañero de la pensión donde vivía la mañana que apareció el cuerpo de la nena. Recorrió más de 3.000 kilómetros y hasta recibió un giro de 1.100 pesos. Asegura que la violó pero que no la mató. “A mi me la entregó un tipo al que llaman “El Loco”, declaró.
Vamos a ver qué pasa?”. Miguel Angel Pallalaf invitaba a un compañero de la pensión donde vivía en Comodoro Rivadavia a ir hasta el descampado donde había aparecido el cuerpo de Yasmín. Era la mañana del lunes 16 de setiembre y en las radios de la ciudad petrolera no se hablaba de otra cosa. Pallalaf cumplió con la regla del asesino: volvió al lugar del crimen. Nadie sospechó cuando el hombre llegó hasta la cancha del fútbol cercana a la antena de LU4 para “ver qué pasaba” cuando en realidad no hacía otra cosa que regresar al lugar donde había concretado su obra más macabra.
Pero hay otros detalles espeluznantes que rodean al crimen de Yasmín Chacoma, la nena de 11 años que fue violada y estrangulada y cuyo cuerpo permaneció varias horas tirado en un descampado sin que nadie lo notara. Tras cometer el hecho, Pallalaf regresó al albergue “Mireya” ubicado a pocas cuadras de donde apareció la nena. Tenía los zapatos embarrados y la camisa y el pantalón mojados. “Me quisieron robar y tuve que defenderme. Me revolqué por el suelo y por eso estoy asi”, le dijo a uno de sus compañeros de pensión. Eran alrededor de las 23 del sábado 14 de setiembre. Minutos antes, y aunque él lo niega, había convencido a Yasmín que lo acompañe cuando la nena salía del supermercado ubicado frente a su casa en el barrio 1.030 viviendas. “Yo la violé pero no la maté. A mi me la entregó “El loco”. Yo la accedí pero después me fui de la cancha. Y “El Loco” la mató”, le dijo Pallalaf a la policía de Puerto Madryn cuando lo detuvieron. También dijo que a su posible cómplice lo conocía sólo por el apodo y que no sabía donde vivía.
Pallalaf volvió al lugar del crimen y después regresó a la pensión. Se había mudado allí hacía un par de semanas cuando la policía lo desalojó del edificio en construcción de la ciudad judicial. Se había instalado ahí para esconderse de la justicia. Hay que recordar que se fugó cuando gozaba de salidas transitorias mientras cumplía una condena en Trelew por otras dos violaciones. Llama la atención que cuando lo desalojaron nadie le pidió que se identifique. De haber sido así, tal vez hoy Yasmín estaría viva.
El cuerpo de la nena apareció el lunes. Pallalaf estuvo hasta el miércoles en Comodoro Rivadavia. Por la mañana fue a la terminal donde sacó un pasaje para Esquel utilizando su nombre y apellido verdaderos. Tampoco nadie se percató que se trataba de un prófugo de la justicia. Estuvo en Esquel un par de días. De allí viajó a dedo a Bariloche. Y de Bariloche se fue a Cipolletti. En esa ciudad rionegrina recibió un giro de 1.100 pesos proveniente de Comodoro Rivadavia. Se lo enviaban, a su nombre, como pago de unos trabajos de jardinería que había realizado en una casa lujosa, posiblemente de Rada Tilly. Tampoco nadie se percató que el giro era para Miguel Angel Pallalaf, un violador fugado.
Con ese dinero pudo sobrevivir unos días. Se compró zapatillas, medias y un pantalón. También sacó un pasaje para Buenos Aires donde se refugió en la denominada Villa 31, conocida por ser un lugar elegido por ladrones de poca monta para esconderse de la justicia. Hizo un viaje a La Plata, posiblemente para visitar a algún conocido y después volvió a la villa. Fue entonces cuando la justicia le perdió el rastro porque se quedó sin crédito en su celular. Y ya no tenía plata para recargarlo. Se cree que Pallalaf hizo algunas changas para sobrevivir y que en algunas oportunidades comió en albergues que funcionan en Buenos Aires para gente de la calle.
Nadie sabe cómo ni cuando llegó a Chubut. Ni de qué manera pasó, por ejemplo, los controles de Arroyo Verde. En Madryn estuvo compartiendo unos días con algunos linyeras y comiendo lo que le daban.
El trabajo de los fiscales de Comodoro Rivadavia fue clave sobre todo en los primeros días después del asesinato. La publicación del nombre y de la foto (que en realidad dio a conocer la policía de Río Negro) posibilitó que se presentaran varios testigos. Uno fue el compañero del albergue “Mireya” quien contó que le pidió que lo acompañe hasta la cancha donde había aparecido el cuerpo de Yasmín. Otro, uno que lo había contratado para hacer unos trabajos de jardinería. Y un tercero que aseguró que el hombre señalado como el presunto asesino de la nena había intentado robarle.
Pallalaf aseguró además que él no fue quien sacó a la nena del supermercado La Anónima. “Yo estaba en la cancha esperando. Del supermercado la sacó “El Loco”. Y vino y me la entregó”, dijo.
Pallalaf se había fugado en mayo del año pasado aprovechando una de las salidas transitorias que había autorizado el juez Fabio Monti. Estuvo al menos, cuatro días escondido en un barrio de Trelew y después viajó a Comodoro Rivadavia. En esa ciudad se refugió junto al anonimato de los indocumentados y ocupantes ilegales. Primero en la ciudad judicial. Y después en el albergue de la extensión del barrio 30 de octubre. Entre mayo y setiembre hay cuatro meses. Y también hay cuatro meses desde el momento en que cometió el crimen y el que fue detenido por la policía de Madryn. Durante ocho meses Pallalaf fue un fantasma. Un tipo al que todo el mundo buscaba pero al que nadie veía. Recorrió más de 3.000 kilómetros, subió a micros de larga distancia, hizo compras y hasta se cree, algunas changas. ¿Cómo volvió a la provincia?. Es la gran incógnita. Durante la audiencia de detención se mantuvo en silencio. Lo que se sabe de él, se lo contó a la policía en Puerto Madryn pero esas declaraciones no tienen validez legal.
A Pallalaf se le encontraron preservativos en el bolsillo cuando lo detuvieron. Algo extraño porque nunca usó cuando cometía las violaciones. Es más: en el caso de Yasmín dejó rastros por todos lados. No sólo en el cuerpo de la nena. También en los elementos que usó para supuestamente, matarla. No tuvo ningún cuidado, ninguna prevención. “Lo mandaron a espiar y tocó el timbre”, le reveló un investigador a Jornada. Es posible que en seis meses lo sienten en el banquillo de los acusados para el juicio oral. Y lo condenen a perpetua. Pallalaf podría pasar el resto de su vida en la cárcel. Siempre y cuando no aparezca un juez que lo deje salir para que vuelva a violar.